De las 24 horas del día, nos pasamos por lo menos ocho de esas horas durmiendo, ocho aguantándonos los trancones, el bullicio y las vueltas bancarias, y las otras ocho mamando gallo.
La raza humana es vaga por naturaleza, y más en una época en que un mensaje del amor de nuestra vida, los recuerdos de una tusa, un correo o las insaciables ganas de mirar Facebook cada cinco segundos para ver las fotos de nuestro Ex o la navidad pasada están a unos cuantos clicks. En medio de tantas oportunidades de ocio, vagancia y buses de Transmilenio llenos, ¿cómo podremos dejar de vagar?
Psicólogos de universidades renombradas como Harvard y Yale dicen que la clave para dejar la vagancia está en formar hábitos saludables que nos faciliten la vida y nos permitan no pensar tanto cuando estamos trabajando.
Según la abogada Gretchen Rubbin, quien ha dedicado su vida a todo menos el derecho, la formación de habitos puede ser tan fácil o difícil como se quiera. El truco esta en encontrar pequeñas cosas o acciones que nos ayuden a activarlos.
Charles Duhigg, autor de El poder de los habitos indica sustenta la tesis anterior, y además indica cómo el darse una pequeña recompensa al finalizar una tarea nos ayuda a reforzar este comportamiento y a motivar a nuestro cerebro a realizarlo en un futuro.
Este ciclo de “activar” el hábito a partir de algo pequeño, realizar lo que sea que nos da pereza hacer y recompensarnos por sobrevivir la odisea es el secreto para trabajar sin mucho esfuerzo en proyectos de grandes dimensiones.
La forma de eliminar la vagancia de nuestra vida, entonces, es encontrar técnicas, pequeños “activadores” y deliciosas recompensas para realizar hábitos que nos ayuden a completar nuestras tareas y trabajos rápidamente.
La próxima vez que usted vea que está llegando tarde recurrentemente al trabajo, que ir al Gym le da pereza o que simplemente se le olvida pasarse el hilo dental por la noche, intente buscar algo que le haga recordarlo, o activar la acción, y realícela cada vez que el activador se lo indique.
Al prender el computador por ejemplo, programe su sistema para que abra un documento de Word nuevo cada que inicia sesión, así, su cerebro entenderá que tiene que empezar a escribir por un periodo de tiempo, y, aunque nunca será Jorge Luis Borges, tal vez sí pueda aspirar a escribir ese libro de viaje o de las memorias de su vida con muchas facilidad.
El hombre es vago por naturaleza, pero como para todo en el siglo XXI siempre hay una forma eficaz de contrarrestar nuestra pereza.