No ha sido fácil desempeñar su rol de mamá a una corta edad y tener que asumir sola la crianza de sus hijos. Sin embargo, la caleña ha sabido capotear con éxito esta difícil labor, y cultivar en ellos el verdadero amor.

Desde pequeña, Natalia Durán quería tener hijos. “Me lo imaginaba porque mi madre amaba a los niños y decía que lo mejor que le había sucedido en su vida, era habernos tenido a nosotros. Entonces crecí con la idea de formar una familia”. Y su sueño se hizo realidad. Cuenta que a los 19 años tuvo a Mya y que pagó la novatada por ser una madre joven.

“El ser mamá joven fue chévere, pues estaba muy cerquita de mis hijas y las podía entender. Era como una niña y compartíamos al mismo nivel las experiencias, que han generado mucha ligereza y honestidad en nuestra relación. Sin abandonar mi rol como líder de la familia, que es fundamental”.

“Uno va madurando con los años, va aprendiendo y se va sosegando en muchas cosas. He tenido varias experiencias que me hacen sentir más empoderada, más tranquila, y sé cómo manejarlas, sin embargo, hay otras en las que me gustaría tener más energía, y no es porque sea una ‘anciana’, pero todo se transforma”.

La caleña, de 33 años, no solo ha tenido que llevar las riendas de sus hijos y enfrentar su responsabilidad como cabeza del hogar, también ha tenido que luchar sola para sacarlos adelante. “Es muy duro ser mujer en Colombia y en Latinoamérica. Las mujeres tenemos una presión muy grande encima. Hay que ser inteligentes, exitosas en nuestras carreras, buenas mamás, y eso es triste.

Veo demasiado ese fenómeno en nuestro país, hay muchas damas solteras que son berracas. Tienen que ser unas excelentes mamás, pero al papá no se le exige nada. Si es un buen padre, o no, da igual. Y esas son cosas que tristemente tenemos que sufrir las mujeres en esta sociedad. No te voy a decir que no ha sido un reto, claro que lo ha sido, y un desafío especial, pues ha traído cosas grandes a mi vida. El poder estar con mis hijos, vivir con ellos, levantarnos y acostarnos juntos, y atravesar por las buenas y las malas. Cualquier sacrificio que haga tiene sentido, entonces, digamos que sola, sin ellos, no hubiera podido crecer como mujer y como persona. Ser mamá soltera es un reto muy grande y he tratado de hacer lo mejor que puedo dentro de mis capacidades, y ser una profesional que puede sacar adelante a sus hijos, y educarlos”.

¿Cómo cultiva en sus hijos el verdadero amor?

Eso es muy importante. Más que sean exitosos, o que no lo sean, el éxito se mide de una manera muy rara en esta sociedad. ¿Qué es ser exitoso? ¿Tener plata? ¡Pues no sé! Para mí ser serlo es estar agradecido, feliz, pleno y sobre todo, experimentando el amor y la empatía hacia uno y hacia los demás. Espero haber realizado un buen trabajo en ese aspecto, eso es algo que por encima de mis equivocaciones y mis aciertos como mamá, ha sido la raíz fundamental de todo. El amor hacia mis hijos. Para fomentar ese sentimiento hay suficientes elementos: la honestidad, bajar la cabeza y dejar el ego a un lado. También cultivarles su ética, sus valores, sus virtudes, el reconocimiento y la responsabilidad. Quiero que les vaya bien, que sean exitosos, lo que ellos quieran ser, pero lo que más me importa es que sean capaces de no traicionarse a sí mismos y siento que esa podría ser la lección de amor más grande que les doy.

¿Qué ha representado la maternidad en su vida?

Todo. Yo siempre he dicho que seguramente no estaría acá si no fuera por mis hijos. La gente me dice: “oiga, pero usted es mucha berraca, sola y con tres hijos, ¡juepucha!, ¿cómo hizo?”. Y claro, es un reto. Sin embargo, son más las ganancias. Mi vida tiene un sentido más grande, tiene raíces, tiene una razón, y un hijo no le da a uno chance de relajarse y dormirse en los laureles. Ni monetariamente ni en las cosas preocupantes de la vida, pero en las más trascendentales no le da chance de ser un cafre y quedarse fresco siéndolo. A uno le toca estarse reinventando, exigiéndose, un hijo lo pone a uno al límite de lo que puede dar mental y físicamente. Es como de las cosas más importantes que me ha dado la vida.

¿Qué valores les has inculcado? 

El respeto. No robar, no matar, no maltratar animales y tratar de no mentir, pero es difícil porque uno siempre está diciendo mentiras piadosas. En la manera en la que uno pueda, confrontar la vida con honestidad, entender que nos equivocamos y que hay una nueva oportunidad para levantarse y corregirse. La consciencia, el servicio, me parecen importantes, que ellos se den cuenta de que no están solos y de que parte de su responsabilidad es estar aquí y darles la mano a otras personas. El respeto por los demás es fundamental. No criticar y no estar hablando mal de otros. Aceptar los propios errores, todas las cosas que tienen que ver con el sentido común de la convivencia entre los humanos.

¿Cómo asumen los padres su responsabilidad en la crianza de sus hijos?

En ese aspecto, ahora, hay una dinámica muy normal. La sociedad se ha transformado y ahora vemos un montón de matrimonios separados. Hace muchos años había un paradigma que decía: “es que las familias tienen que estar juntas”. Ahora vemos un conjunto de familias, de dos hombres, dos mujeres, incluso hasta linajes de tres integrantes educando a un niño. Mamás solteras, hombres libres, individuos que solo adoptan un bebé. Digamos que hay diversidad en la figura de la familia como tal y eso es agradable. Se han roto muchos arquetipos, pues que estuvieran juntos papá y mamá no era garantía de que uno tuviera una buena familia. De hecho, muchas familias, ante no poder romper ese modelo, y no poder separarse, han llevado una vida desgraciada. Con respecto a eso y a mi experiencia de criar hijos junto a unos papás que no viven dentro del mismo techo, ha sido un reto grande. Cada uno tiene su espacio para deliberar de qué manera hace las cosas. Y referente al tema es primordial poner límites claros, pero es más significativo trascender los problemas personales que se tengan en pro de una educación para los herederos. Ese ha sido el desafío más grande al que me he visto enfrentada con los progenitores de mis hijos y es manifestarse acerca de las cosas personales y decir: “esto no se trata de nosotros, se trata de nuestros hijos. ¿Qué va a pasar acá?”.

¿Cómo alterna su profesión con el rol de mamá?

Trato de llevarlos a mis fotos y a mis grabaciones. Me levanto, desayunamos y en la noche nos vemos. Las jornadas del colegio son muy largas, ellos salen de la casa a las 5:00 de la mañana y llegan a las 4:00 de la tarde. Los fines de semana siempre están conmigo y en las vacaciones. Ahí están los colegios, las clases, todos nos adaptamos a un sistema que tampoco es que le deje a uno tanto espacio para compartir con ellos porque toca salir a buscar la plata y a trabajar en una estructura social que hace que tengas que estar atento. Dentro de esta organización, hay espacios importantes, como dialogar en los desayunos, hablar por chat, por teléfono. Ahora mis hijas están adolescentes y no les interesa ir conmigo a todas partes. Pero en general, siento que tengo tiempo para compartir con ellos.

¿Qué significó la llegada de Dante?

En algún momento había pensado en adoptar, había hecho algunos trámites y Dante llegó de sorpresa. Fue fantástico, él es el hombre de la casa y también es el más chiquito. Y claro, la dinámica con un varón – aunque somos iguales en derechos, somos diferente en muchas cosas- es genial porque tiene un carácter de hombre. Nosotras somos puras niñas, aquí, con nuestros intereses y nuestras cosas, y él es definidamente un hombre. Es impresionante, tiene un carácter muy fuerte. Le dio a la familia ese color, ese toque de masculinidad y es muy lindo. Él es protector, fuerte y le dio ese equilibrio a la familia.

¿Sigue con la idea de adoptar?

A mí me gustaría, pero el tema es de fondos. Los recursos que se requieren para mantener bien a un niño y que tenga una educación digna, y salud, son bastantes. La verdad no sé cómo hace la gente para vivir con un niño y poder brindarle una vida digna. ¡Wow! ¡Admirable.! Cuando tenga resuelto el tema de los recursos, no lo pensaría dos veces, adoptaría, sin duda.

¿Es una mamá alcahueta, o pone límites?

La verdad soy muy fresca y tranquila en muchos aspectos. Soy calmada con el tema de sus amigos, no me escandalizo. Si no quieren ir al colegio, les digo: “ay, mi amor, pues no vayas y quédate descansando”. Pongo límites, como decir una grosería, pero me da risa y eso podría considerase como ser alcahueta. Con otros, sí tengo las cosas muy claras. Temas de racismo, o de maneras peyorativas para referirse a otros, según su orientación sexual, su raza, o temas que tengan que ver con los derechos humanos, el bullying, o temas de violencia, eso no lo tolero. Aquí, uno se pone bravo, se va, se encierra en su cuarto y respira. La violencia entre la misma gente de la familia, darse patadas, o irse a las manos, me pone histérica, y eso no me lo aguanto bajo ninguna circunstancia. No me gusta que las niñas hablen mal de otras personas. Es difícil, pero trato de tenerlo presente, en lo posible. Y enfatizo mucho en el asunto del respeto hacia los demás. En eso soy muy estricta.

¿Con las noticias que se ven a diario acerca del abuso sexual en menores de edad, siente temor que les suceda algo?

La verdad sí. Los índices de abuso sexual son muy altos en Colombia y en el mundo. La verdad me escandaliza ver cómo los jóvenes hablan de las niñas, y me asombra el “desempoderamiento” que hay de la mujer desde muy pequeña. Tristemente tengo que decir, con todo el dolor de mi alma, que amo a Colombia, es el país que me ha dado todo el trabajo, pero siento que nuestro país no valora mucho a la mujer y se siente desde la educación temprana. Eso me da tristeza y mucho miedo, porque con todos esos temas sobre el abuso, veo a mis hijas y a veces y digo: “Dios mío, que cifras tan escandalosas hay del maltrato a la mujer, sicológico y físico”. Y no quisiera que ellas cayeran ahí. También las drogas, las cosas a las que van a estar expuestos, pero creería que con la educación que hemos tenido en la casa, Mya y Nina sabrán tomar decisiones con respecto a eso.

¿Cómo la sorprenden en esas fechas especiales?

Muy lindos, la verdad. Ahorran y se gastan todo la plata para invitarme al spa, y celebran mi cumpleaños. Son muy considerados conmigo, entienden cuando estoy cansada, si no me quiero levantar de la cama y entonces cocinan y me hacen el desayuno. En Navidad, si tienen plata, me hacen un dibujo, o me compran algo. En los cumpleaños, la noche anterior decoramos el cuarto del festejado, le colocamos bombas y a las 4: 00 de la mañana del siguiente día lo despertamos con regalos y le cantamos el Happy Birthday, es como una tradición familiar. El Halloween es importante porque les diseño los disfraces y esperan esa fecha durante todo el año para que se los confeccione. Pero más que los momentos especiales, siento su gran aporte en el día a día. Creo que son considerados y conscientes de quién soy. Tratan de ayudarme y piensan mucho en mí, en no angustiarme y en no hacerme pasar malos momentos.

¿Los apoyaría si se inclinan por la actuación, el canto u otra profesión?

Claro. Cuando era más pequeña sentía que no, ya que no quería que ellas estuvieran ahí, como expuestas. Pero eso se trasformó. Es importante que ellas tengan la capacidad de experimentar, de hacer sus cosas, ganarse su plata y trabajar para conseguirlo. Al principio las buscaban para comerciales y decía: “no, ellas no tienen por qué estar trabajando.” Sin embargo, estuve hablando con el psicólogo y me dijo: “todo lo contario. Es fantástico que trabajen”. Uno no los va a poner a pagar los servicios, ni mucho menos, pero es importante que sientan que aportan y la experiencia de poder conseguir sus cosas. De un tiempo para acá cambié de idea y me parece bueno que si las buscan para filmar un comercial, lo hagan, y miren cómo administran su dinero, qué hacen con él, si lo gastan, o lo ahorran. Y siempre los voy a apoyar en lo que quieran. Lo más importante es que estén felices con su decisión.