El periodista que convirtió el humor en una sanción social a los corruptos.

¿Cómo ha sido su experiencia en el Stand Up Comedy, Mi puta obra?

Pues alguien decía que no hay mejor editor que el escenario, y es verdad. Es en el escenario donde se pone a prueba lo que uno escribe. Eso es lo más interesante que me ha parecido, hasta hora, de esta experiencia, porque lo que yo hago es escribir y todos los otros formatos se derivan de la escritura. Finalmente, lo que yo hago en esta obra es leer, me estoy pegando de un texto que escribí.

¿Será que los políticos de Colombia son tan descarados que hasta de pronto se alegran viendo esta obra?

No. Yo no creo que el humor en este sentido sea como una legalización. Yo creo que es una sanción social en un país en el que no hay justicia y, mucho menos, justicia para los poderosos; al menos algo de sanción social alivia, y es una forma mínima de justicia también.

¿Cómo combina usted el humor político con los nuevos formatos digitales?

No sé bien cómo lo he hecho, sé porque lo he hecho, y creo que tengo un espíritu que no es conservador en términos generales y nunca he sido dado a quejarme de las circunstancias cuando están en contra, como estas de ahora de la era digital para los medios impresos. Por eso decidí arriesgarme. Yo creo que lo interesante fue haber descubierto que la sátira es una sustancia que uno puede poner en diversos formatos.

¿Por qué tomó la decisión de convertirse en youtuber?

El formato lo elegí a raíz de la visita de Germán Garmendia a la Feria del Libro del año pasado, cuando la colapsó y se volvió todo una noticia nacional. Yo creo que muchos no sabían que era un youtuber, pues yo tampoco lo sabía bien y a raíz de ese colapso, pues supimos qué era.

Además, descubrí que para vender libros había que volverse youtuber. Yo siempre había tenido, en todo caso, la inquietud de la transformación al mundo digital; creo que hay muy pocas oportunidades, como las de ahora, de enviar mensajes de manera tan gratuita, atravesando la geografía, como se puede hacer en este momento, y eso es una gran oportunidad para quienes somos
periodistas.

Hace algunas semanas terminamos la Feria del Libro en Bogotá, ¿este año usted fue el youtuber que la colapsó?

Pues realmente sí. Los videos me demostraron que nunca antes había yo logrado vender tantos libros, que se armara semejante fila para entrar al auditorio. De modo que, sin duda, sí fui un fenómeno popular gracias a internet.

¿Este formato le permite incursionar en otros temas, no sólo políticos?

Sí. A mí me gusta hacer sátira política, yo no quiero utilizar el canal para otra cosa, pero el hecho de que sea una parodia de youtuber me exige necesariamente una cosa de creatividad muy distinta a la de la columna, y eso me ayuda mucho.

¿Hasta dónde quiere seguir con el cuento de youtuber?

Yo no creo que este sea un formato que se agote rápidamente. Al contrario, creo que se pueden triplicar en audiencia los formatos escritos. Por ejemplo, estoy llegando a trescientos mil suscriptores en YouTube y la idea es lanzar los videos por las otras redes.

¿Cómo fue su paso por la dirección de la revista Soho?

Pues fue una época que recuerdo con mucho cariño. Yo creo que fue una época muy provocadora en el mejor sentido de la palabra. Soho ayudó a sacarle muchas telarañas a la sociedad, a provocarla, a romper los yesos de falsa moral que tanto arropan a una sociedad como la colombiana. Hizo que el desnudo fuera un arma de provocación. A través del desnudo uno puedo enviar mensajes de protesta, de humor, de lo que uno quiera. Creo que hubo unos desnudos muy famosos por su estética y porque, en todo caso, estaban ayudando a desnudar también a una sociedad, para que así, esa misma sociedad, le perdiera la angustia al tema de los desnudos, sobre todo una sociedad con tanta doble moral como la colombiana, que se escandaliza por todo, por un topless, pero no por tres mil falsos positivos.

¿Cuáles fueron esos dos o tres desnudos memorables que se publicaron en la revista?

Yo recuerdo el de Alejandra Azcárate, el de La última cena que nos ganó la enemistad eterna de Alejandro Ordoñez, quien nos demandó en ese momento. No sabía yo que era subscritor de Soho, no sé cómo habrá visto la revista, pero le ofendió muchísimo. Otro desnudo clásico fue el de Yidis Medina o el del “Tino” Asprilla.

Hablemos de temas importantísimos, de su Independiente Santa Fe…

Yo estuve con Santa Fe desde siempre, desde esa vez que vi saltar al arquero “Mina” Camacho en un arco de El Campín hasta que nos ganamos la Liga en el 2012. Esos 38 años de sequía yo los atravesé con gran entusiasmo de hincha a pesar de que el equipo no nos diera mucho. Aprendí de la derrota como nunca he aprendido. En el año 2012 tuve la oportunidad de hacer una crónica sobre cómo el equipo jugó la final de la Liga, de poder cubrir, por dentro, cómo es un equipo de fútbol, con la felicidad de que mi equipo, efectivamente, fue campeón. A partir de ese momento nos hemos vuelto un club de primera. Ya es muy difícil recordar lo que es perder, ya la victoria se nos volvió una rutina.

Es decir, le tocó la felicidad ideal del hincha, que es ver que su equipo lo gana todo y que el otro equipo de la ciudad no ha ganado nada, esa es la felicidad máxima…

No me acuerdo bien cuál es el otro equipo, ¿La Equidad?

El otro equipo de la ciudad es Millonarios, Daniel, por favor. Muchísimas gracias, nos vemos en una próxima oportunidad y que los lectores vayan a ver su “puta obra” en el Teatro Nacional.

Encantado, muchas gracias.