Las luces del escenario se apagan, mientras el himno nacional empieza a sonar de manera gangosa, hasta que su letra empieza a oírse medianamente. La bandera tricolor, cuya franja roja debería ser más protagonista, envuelve, en medio del escenario, a una mujer que padeció el asesinato de sus padres por no entregar sus tierras, y a dos hermanos: uno asesinado por el otro en un enfrentamiento de la guerrilla y el Ejército, tras lo cual se dio la desaparición del cuerpo del fratricida.
Una mujer que no duerme, porque su hermano le pide en sueños que, por favor, busque su cuerpo y lo sepulte; una familia que busca quedarse con su hogar, a pesar del hostigamiento y las amenazas de los grupos ilegales…
Suena familiar, ¿verdad? Aunque esta descripción podría ser narrada al pie de la letra, o por lo menos de manera muy similar, por millones de colombianos o mínimo por 6.402 familias, hace parte de la obra ‘El insepulto o yo veré qué hago con mis muertos’, la cual se tomó las tablas del teatro ‘El Trueque’ de la ciudad de Medellín.
Esta puesta en escena es una adaptación colombiana de la tragedia griega ‘Antígona’, de Sófocles, y cuya narrativa escenifica el drama que ha padecido este país, especialmente en las zonas rurales, donde las masacres, los desplazamientos forzados, las ejecuciones extrajudiciales y otros tipos de violencias, han escrito con sangre la historia de sus territorios.