Desde hace años, ya tiene su lugar como una de las mejores deportistas en la historia del país, y aún sigue cosechando frutos que hacen de su carrera un cuento fuera de serie.

Equipada con un rígido convencimiento adquirido desde su infancia, unas largas piernas que la llevan hasta el cielo y una sonrisa que, cuando se asoma, desarma a cualquiera y lo lleva también a sonreír, Caterin Ibargüen sigue mostrando la tenacidad de las mujeres colombianas.

Los grandes deportistas que llevan el nombre del país a rincones impensables, tienen un factor común, una infancia y una carrera bien difíciles. Y para esta atleta colombiana no había excepción. Sus padres, William y Francisca, lucharon fuertemente y a diario para sobrevivir, pero la situación no mejoraba, por lo que se separaron y dejaron a doña Ayola -su abuela- la responsabilidad de criar a quien sería una de las deportistas más importantes del país, junto a su hermano, Luis Alberto.

Pero las dificultades económicas no fueron impedimento para que su talento se descubriera. Entrenando desde los 14 años y adquiriendo toda la técnica, pudo lograr algo que no estaba en sus planes: vivir del y para el deporte. El país no pudo ofrecerle más y se vio obligada a salir volando, como solo ella lo sabe hacer, a Puerto Rico, su nuevo destino y hogar. Allí pudo alternar sus estudios de enfermería con sus fuertes entrenamientos y se convirtió en atleta de alto rendimiento.

Sin embargo, estuvo a punto de retirarse al no clasificar a los Olímpicos de Pekín 2008, pero podía perder la beca del Comité Olímpico. Con las maletas hechas y la mirada baja, se encontró con Ubaldo Duany quien la motivó para que preparara todo y saliera del país. Si no hubiera sido por ese encuentro casual en las escaleras donde se hospedaban, nadie sabría lo que sería de Caterin y de la disciplina en Colombia.

El rígido convencimiento, al que nos referimos al inicio, empezó a ser evidente después de los dos eventos más complicados de su carrera. Primero, una lesión en los isquiotibiales, en la parte de atrás de la pierna izquierda, abajo del glúteo, que apareció faltando apenas cinco días antes del máximo evento al que se haya enfrentado y que desde niña había soñado, los Juegos Olímpicos, en esa ocasión celebrados en Londres, en el año 2012, y el segundo, en el Mundial de Atletismo, en Moscú, en el 2013, donde una intoxicación diezmó sus fuerzas. Pero nada impidió que ganara plata y oro, respectivamente, con lo cual demostró que la fortaleza no solo es física sino mental.

En la actualidad está viviendo uno de los mejores momentos de su carrera. En Marsella, Francia, la antioqueña rompió el record nacional de salto largo, con un registro de 6,87 metros. Además, logró la mejor marca que se ha registrado este año en su especialidad, el salto triple, con 14.80 metros.

Caterin Ibargüen, en la reunión de Shanghái, la segunda de la Liga de Diamante, se situó a la cabeza del ranquin mundial del año, con una marca de 14,80 metros.

  Por
Manuel Navarro