¿Cree usted en los fantasmas? En este especial de MásQver los llevaremos por un recorrido a los pueblos colombianos que tienen historias paranormales.
Existen varios especialistas que dedican toda su vida a estudiar los diferentes comportamientos de entes o espíritus que rondan la humanidad.
Para muchos, solo se trata de superstición, pero lo cierto es que en el país, por diferentes factores, muchos pueblitos se han convertido en zonas abandonadas con una gran cantidad de historias fantasmales.
En el primer puesto tenemos Armero ubicado en el departamento del Tolima.
Un 13 de noviembre de 1985 este municipio amaneció bajo una capa de lodo y escombros debido a la erupción del volcán Nevado del Ruiz, donde el 96 % de sus habitantes falleció.
En la actualidad, sus calles son desoladas, se ven ruinas y tumbas en vez de casas, con epitafios en recuerdo de los familiares y seres queridos que allí vivieron, porque en Armero nadie pudo enterrar a sus muertos.
Solo dos lugares se mantienen a medias, la plaza principal y una especie de santuario popular en el lugar donde murió la niña de 12 años, Omayra Sánchez, símbolo de la tragedia.
Armero, llamada por muchos la ‘Ciudad Blanca’, por sus enormes campos de algodón, está convertida en una auténtica ciudad sepulcral.
Los turistas afirman que se siente una vibración diferente, un ambiente pesado y que, de vez en cuando, llegan oleadas de un frío de ultratumba.
Existen versiones de los paisanos que indican que se escuchan llantos y gritos en las noches.
El puesto número dos tenemos ‘La Siberia’ ubicado en la vía La Calera-Chingaza.
Queda en medio del paisaje montañoso y frío de Cundinamarca.
En 1933, cuando ‘La Calera’ era tan solo un caserío y el ‘Parque Natural Chingaza’ no existía, la cementera Samper construyó la planta ‘La Siberia’, una proeza de infraestructura.
La Siberia ha sido por años un punto de visitas para los amantes del terror, las historias de miedo, o para los que gustan de la adrenalina y quieren pegarse un buen susto.
No más imagínese un pueblo desocupado, en el campo, a la medianoche, así no pase nada. Seguro ya estará predispuesto, y si pasa un ratón, se asustará.
Más de 80 años después, solo quedan ruinas corroídas, pisos y paredes abrazados por la maleza, chécheres viejos y polvorientos, una fuente de mitos y un imán que atrae a curiosos.
La construcción contaba con la fábrica, la iglesia, el hospital y las casas para los trabajadores.
Tenía, además, tres hornos daneses y enormes chimeneas que sucumbieron ante el tiempo y el abandono.
Ya van casi 20 años desde que cerró esta cementera donde trabajaban 200 operarios que producían 1.500 toneladas de cemento marca Samper.
Después de atravesar dificultades por a la recesión económica, y de capotear al sindicato de trabajadores, la fábrica fue clausurada en 1999 y poco a poco los obreros la fueron abandonando.
Así ha permanecido hasta ahora. Han sido años para alimentar historias de fantasmas y actividades inexplicables que han atraído a muchos curiosos durante largo tiempo.
Entre las historias que se cuentan, está la de la clínica de Siberia en donde, dicen, estando cerrada, los celadores empezaron a ver que las luces se encendían dentro del lugar; también que escuchaban pasos y veían a una enfermera, incluso, fuera de la cementera.