La nueva versión live-action del oso Pooh, dulce como la miel.
Cristopher Robin (Ewan Mcgregor) creció, tiene una esposa y una hija, un trabajo y vive al estilo capitalista, olvidándose para siempre de sus amigos de la infancia. Sin embargo, Pooh, Tiger, Piglet e Igor despiertan para reencontrarse con el niño, ahora adulto que los cuidaba.
Quienes ya nos pasamos de la edad para disfrutar a Winnie Pooh, ver Christopher Robin resulta ridículo. Entonces uno se sienta en la sala de cine como quien no quiere la cosa, esperando aguantarse hora y media de un oso melancólico y hambriento que a duras penas recuerda de la niñez.
Y sí, la película en realidad es bastante simple y no ofrece mucho, teniendo en cuenta que es una historia que se ha contado muchas veces. Pero hay que aceptar que ese oso amarillo, hambriento y de voz melancólica logra cautivar. Aunque lo intente con toda su amargura y madurez, inevitablemente Pooh y sus amigos lo van envolviendo en su encanto.
En conclusión, es una película bastante dulce, ideal para los niños, pero si usted como adulto ve Christopher Robin y no le saca por lo menos una sonrisa de ternura, su corazón está más frío que el viento de agosto en Bogotá.
Redacción
Daniela Reyes Angulo