Roger Federer y Juan Sebastián Cabal han demostrado que las segundas oportunidades en el deporte sí llegan. Ambos, y contra todos los pronósticos, se acaban de coronar campeones en el Abierto de Australia 2017, el primer Grand Slam de la temporada. El vallecaucano, en dobles mixtos, junto a la estadounidense Abigail Spears, y el suizo, en individuales masculinos, acrecentando su leyenda.
Las probabilidades al inicio del torneo eran bajas. Un colombiano no se coronaba campeón de un gran torneo desde que lo hiciera Iván Molina, en 1974, junto a la gran Martina Navratilova, en Roland Garros. Por el lado del helvético las cosas no eran mucho más alentadoras. Arrancaba la competencia como el decimoséptimo preclasificado y toda la expectativa estaba concentrada en la lucha por el número uno del mundo entre Andy Murray y Novak Djokovic, sin contar con lo que podían hacer jugadores muy peligrosos del cuadro como Milos Raonic, Kei Nishikori y Stanislas Wawrinka, entre otros.
Nadie puede negar la calidad y la elegancia con la que se desenvuelve el gran Roger, con 35 años de edad. El espectáculo con el suizo está asegurado, pues la magia no se ha ido, pero volver a ganar una gran competencia no estaba en los planes de nadie, ni siquiera del más fanático o más optimista. Federer no ganaba un Grand Slam desde Wimbledon 2012, aunque había llegado a 3 finales, una en 2014 y dos en 2015, en las cuales cayó frente a Novak Djokovic. Como si esto fuera poco, la leyenda venía de una «para» de seis meses y en la final derrotó a nadie más y a nadie menos que a su duro rival, Rafael Nadal. Este, el Grand Slam número 18 en su carrera, es, sin lugar a dudas, el más dulce.
Por el lado del colombiano la proeza no es menor. Con 19 años, en 2005, mientras disputaba el Challenger de Morelos, su pierna se clavó en el campo de polvo de ladrillo de la cancha central, movimiento que, según los médicos, le destrozó «la esquina posterolateral y le desinsertó el menisco lateral”, y para completar, también se rompió el ligamento cruzado anterior y el diagnóstico sugería que no volvería a pisar una cancha de tenis.
«Las lesiones que tuve en el pasado me llevaron a replantear mi futuro deportivo, y para alargar mi carrera, para que fuera más productiva en todo sentido, decidí ser doblista, una modalidad que me abrió el camino que se me cerró en sencillos», comentó en 2013.
Y no se equivocó. Cabal ha conseguido construir una magnífica carrera en dobles junto a su compañero y amigo Robert Farah, y ha ganado varios torneos ATP 500 y 250.
Por otra parte, su actuación en el Abierto de Australia, en donde levantó el título, merece el reconocimiento y la felicitación de todo el país, donde esta clase de victorias demuestran que, con trabajo, los resultados sí llegan. De seguro no será el primer gran título, de los muchos que estarán en juego este año.
Escrito por: Wílmar Montes