Colombia es un país de padres que luchan por la custodia de sus hijos, por la igualdad de ver a sus niños crecer y no solo por ser una figura económica.

Camilo Andrés González Peralta, con 27 años, es estudiante y padre de una niña, hace más de tres años, con la cual su expareja no lo deja tener ni el más mínimo contacto, desde hace un poco más de seis meses. Aunque este caso no es común dentro de la sociedad colombiana, es un problema latente que viven muchos hombres al querer tener la custodia de sus hijos. La ley ahora es clara, el género no es un argumento válido a la hora de determinar quién se queda con el hijo.

A una corta edad, se convirtió en papá de una mujercita que nació bajo la inexperiencia y el yugo de una unión no estable. “Con la mamá de mí hija nos conocimos hace mucho tiempo, unos 5 años, apenas estaba comenzado la carrera de trabajo social. Nos llevábamos bien, era una relación sana, pero ambos sabíamos, desde el principio, que iba a ser un cariño pasajero, y no iba nada en serio, pero todo cambió cuando nos enteramos de que seríamos padres. Mis papás tenían emociones encontradas cuando les dije que iba a ser papá. Primero sintieron miedo porque creyeron que el esfuerzo de comenzar a estudiar en la universidad iba aquedar hasta ahí, pero, por otro lado, una felicidad muy grande porque iban a ser abuelos”, contó Camilo.

A pesar de estar con la mamá de su hija desde el principio del embarazo, y de ser su compañía contaste, el calvario de Camilo comenzó cuando un día, sin razón aparente, recibió una citación por una demanda de alimentos que había puesto su expareja, algo risible para él, ya que hasta la fecha había cumplido con todas sus responsabilidades como padre, tanto económicamente como en el desarrollo de su hija. “La demanda por alimentos que me interpuso ella llegó de la nada, yo no sabía claramente el porqué, ella y yo solo sosteníamos una relación de padres, y esa decisión fue mutua, ambos sabíamos que no funcionaría nuestra relación como esposos, pero siempre estuve acompañándola y brindando lo mejor de mí para mi hija, e incluso para ella. Es el momento en el que ni siquiera ella me dice la verdad de por qué me demandó”.

El joven entró en un proceso legal desde entonces, y es allí donde, ya hace un tiempo, ha comenzado una batalla legal en la cual quiere velar por la custodia compartida de su hija y para que no se le niegue el derecho que tiene, por ley, de ser el padre. La abogada Andrea Rodríguez Rojas afirma que, “para entender el contexto legal de esta situación, se debe tener en cuenta el Articulo 44 de la Constitución sobre los derechos fundamentales de los niños. Además, se debe tener en cuenta, no solo el potencial económico, sino también la influencia que tiene cada uno de los padres de familia dentro del bienestar de sus hijos”, igualmente, Rodríguez afirma: “Negar a la custodia al padre es un acto discriminatorio, ya que no se puede asumir la custodia de algún menor siempre por parte de la madre, pues esto significaría la violación al derecho a la paternidad al momento de una ruptura dentro de las relaciones.

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De esta manera, ante la ley, el padre y la madre se vuelven uno solo, ante la premisa de que “los niños no son botines de guerra” ya que lo que prima es su bienestar, además de su sostenimiento y su desarrollo psicológico, ético y moral. Estas condiciones legales son apenas consentidas por aquellos padres que, sin saber, pueden aún seguir mediando y luchando por la custodia de sus hijos.

Es momento de entender que, en una sociedad como la colombiana, deben primar los derechos fundamentales por encima de las conveniencias particulares, es momento de construir una sociedad que no discrimine el papel fundamental de los padres y de que se asuma una responsabilidad primordial dentro de estos temas. Camilo seguirá peleando la custodia de su hija, es consciente de que es un proceso largo y lento, pero no por eso dejará de luchar por el derecho fundamental que un padre como él necesita, el amor de su pequeña.

“El padre representa a la persona que todo lo puede y todo lo sabe. El solo hecho de estar presente en la familia y en los asuntos de sus hijos, así esté separado de su esposa, hace que los niños se sientan seguros y queridos”, afirma Sarela Quiroz, especialista del Centro de Terapias Integrales ‘Yo Puedo’.