Parece un requisito. Desde que Lady Noriega, en su mejor momento, conquisto el corazón del ‘Tino’ Asprilla, los jugadores y las mujeres posan con pintas de símbolos sexuales.
Puede que existan novias odontólogas, contadoras o abogadas, pero lo que muestran los medios es a un jugador al lado de una mujer exuberante que vive trepada en tacones de 15 centímetros y con una cartera Louis Vuitton, siempre posando con ínfulas de modelo de campaña. Pensemos que el tema llega hasta nuestra Shakira que, con Piqué, le hace canciones y va a sus partidos como una fan más, como si no entendiera que ella es más famosa que él.
Dónde me dejan a Daniela Ospina, que pasó de ser una atleta de barrio a convertirse en una celebridad, que saca su propia línea de ropa y se pasea por las ferias de moda mientras posa para las portadas de revistas en las que se le nota la asesoría de expertos.
Johanna Rubiano, la diseñadora de modas, es el caso contrario, atrapó al “Gato” Pérez, que era el futbolista más popular del momento y, básicamente, lo sacó de la cancha. David Beckham fue atrapado por Victoria Adams y muy pronto ella adquirió una popularidad semejante a la del ídolo de las multitudes. Santiago Arias no es la excepción, pues su esposa ya es más popular que él en el mundo del entretenimiento. Marbelle también cayó redonda con un tierno joven, estrella de Santa Fe, y Sara Uribe dejó su trabajo en televisión para seguir los pasos de Guarín.
Los futbolistas, de alguna manera, son como las estrellas de rock, atraen multitudes, pero el tema de tener bellas mujeres a su lado también se ha convertido en cliché. Seguramente existen casos en que la novia del jugador sea una mujer de bajo perfil y que viva fuera de las luces, pero eso no es lo que busca la industria.