Las entrevistas para él son como una obra de teatro, donde él es el protagonista y en la que ha actuado una y otra vez. Su escenario es el velódromo. El guion lo conoce de memoria. Las respuestas ya las tiene en la punta de la lengua, solo falta que un periodista encienda el micrófono, la grabadora o la cámara y haga las preguntas.

Por: Duver Alexander Pérez

Habla de sí mismo en tercera persona, como si él no fuese el personaje principal de las hazañas. Las relata al pie de la letra o por lo menos como su memoria las recuerda. No hay ego al momento de ubicarse entre los más grandes del ciclismo de nuestro país, no existe un atisbo de rencor cuando habla de aquellos que le pusieron zancadillas en ciertas ocasiones y tampoco se deshace en elogios cuando agradece a aquellos que le ayudaron. Como buen actor, sus trajes están hechos a la medida y son impecables. En esta ocasión lleva puesta una camiseta color rosa encajada en un pantalón azul, una pañoleta amarrada al cuello, unos zapatos deportivos negros, una gorra que no usa porque quiera disimular los asomos de una calvicie, sino porque esta lleva el nombre de la marca que lo patrocina “y me da de comer” como dice él mientras la señala.

Cuento su historia a una colega que quiere que Cochise sea el personaje del día del padre, mientras espero miro mis apuntes y me pregunto cuántas veces habrá contado la misma historia. Mira de reojo la cámara, hace carrizo mientras va hablando, cambia de posición por petición del camarógrafo y continúa. Termina la entrevista, va por unas gaseosas y se compromete a enviar unas fotos por correo electrónico.

¿Usted no se cansa de dar entrevistas? Le pregunto
Uno se acostumbra. Nada más esta mañana estaba grabando con Teleantioquia. Estamos promocionando un ciclo paseo en Guarne, responde Cochise.

Es cierto y siendo Martín Emilio Cochise Rodríguez, pocas personas pueden decir que se negó a dar una foto, un autógrafo o una entrevista. Desde el estudiante universitario, hasta el periodista de televisión ha obtenido sin contratiempos sus declaraciones, ha escuchado sus anécdotas y ha registrado sus pronósticos sobre la carrera del momento.

Apegado al personaje de ser Cochise, empieza a contar sin que se le pregunte porqué ese apodo. Va hasta su infancia y habla de la película ‘Flecha rota’.

“En esa historia había un indio apache llamado Cochise que era el más verraco de todos, eso acababa con todo el mundo. Cuando salimos de la sala de cine, yo les decía a mis amigos ‘yo soy Cochise, díganme así’”, cuenta y en efecto así le empezaron a decir, así se presenta y cuando tuvo su paso por el concejo de Medellín decidió que ese nombre debía estar en su cédula y ahí quedó.

Representar ese personaje en bicicleta y llevar su nombre nunca le ha causado problemas, pero hoy ha tenido ciertos inconvenientes con él. No porque le disguste. La razón es sencilla, no le gusta su tamaño ¿cómo así? Sí, no le gusta el tamaño. El velódromo donde estamos hablando lleva su nombre, pero no es muy visible para él.

“Yo no pido mucho, solo quiero que realmente se vea. Mire esa publicidad –señala una marca de colchones que está detrás de las gradas del escenario– eso se ve de lejos. Yo le di mucho a este país y mi nombre no se ve. En otra ciudad tienen un monumento a Cochise y aquí que es mi casa, ni siquiera se ve mi nombre”, dice dolido, pero sereno. Su protesta podría parecer motivada por el ego, pero es más un reclamo de un sujeto que le dio las primeras alegrías a los colombianos en el caballito de dos ruedas.

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El 14 de abril de 1942 en el barrio Guayabal de la ciudad de Medellín, nació Martín Emilio Rodríguez. 15 días después murió su papá. Creció en el barrio Manrique y antes de montarse en la bicicleta a sus 14 años para repartir los domicilios de una droguería, arrojaba piedras en la frontera con el barrio Aranjuez, para que los de allá no se “metieran”. También parte de esa infancia se la pasó robando mangos en la loma del pomar y los trabajos que hacía en una la plaza de mercado en Cisneros, donde un amigo de Victoriano Rodríguez (su padre) le dejaba vender limones.

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De los ciclistas de hoy habla con orgullo y quizá lo único que envidia de ellos es que ya tienen su futuro asegurado, por lo menos en lo que concierne al tema económico. El hombre que puso en boca de todos los aficionados del ciclismo el Récord Mundial de la Hora (recorrió en una hora 47, 5 kilómetros), a sus 76 años todavía trabaja. Lo hace como promotor, imagen y figura de carreras ciclísticas en todo nuestro país.

“Todas las épocas del ciclismo son distintas y para Colombia han sido buenas. Antes nos faltaban padrinos para irnos a Europa y ahí radica la importancia de lo que yo hice, yo abrí las puertas por allá ganando varios trofeos, dos etapas del Giro de Italia corriendo con el Bianchi Campagnolo y siendo gregario de Felice Gimondi”, dice.

A pesar de lucir impecable, no tiene problema en sentarse en las gradas. Unos chicos de la Selección Antioquia entrenan y lo saludan a lo lejos. Igual sucede con uno que otro transeúnte que lo reconoce.

Hola Cochise, le gritan.
– ¿Qué más? ¿Bien o no?
, responde él con amabilidad y como si fuera muy cercano todo el que lo saluda.

El palmarés dequien fue condecorado como el Mejor deportista del siglo XX es envidiable. Sus triunfos equipararon las primeras páginas de diarios como El Espectador, El Colombiano e incluso el reportaje que le hizo el nadaísta Gonzalo Arango es uno de los más recordados en la revista Cromos. De sus logros se habla en cada entrevista, de sus derrotas muy poco. Cuando se le pregunta por una de ellas, el número ocho pasa por su cabeza.

“La Vuelta a Colombia del 62 la perdí. El ‘Pajarito’ Buitrago me ganó por ocho segundos. Esa carrera yo la tenía que ganar, pero sí debí haberla ganado. Estabamuy bien físicamente y técnicamente, pero la perdí”, recuerda.

Más nostalgias no tiene según dice. Cuando los resultados no se dieron lo comprendió y cuando se le dieron, los gozó. Incluso en el 72 se esperaba que él corriera en los Juegos Olímpicos de Múnich, donde se le auguraba oro, pero Édgar Senior, un abogado barranquillero, denunció ante la UCI (Unión Ciclística Internacional) que Cochise era profesional y esto le impidió asistir al evento deportivo más importante. De ahí salió la frase “En Colombia se muere más la gente de envidia que de cáncer”, dicha en ese entonces por el ciclista.

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Los primeros pedalazos los dio como domiciliario, ahí nació el matrimonio con la bicicleta y años después llegaría el idilio con los títulos nacionales e internacionales: Cuatro veces campeón de La vuelta a Colombia (1963, 1964, 1966 y 1997), tres veces campeón de La vuelta al Táchira (1966, 1968 y 1971), ganador de la 15a etapa del Giro de Italia de 1973 y en la 19a de la misma competencia; pero en 1975, campeón del mundo, 4000 metros persecución individual, Italia (1971).

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Los deportistas que triunfan en sus disciplinas gozan de la admiración de cientos de seguidores donde van, en especial de las mujeres. Ser el más grande, como lo definen muchos de los que saben de ciclismo, tuvo sus ventajas. Hoy Cochise no ha dejado perder esa esencia de galán, respeta a su hogar y a su esposa María Cristina Correa, pero no pierde oportunidad para coquetear medio en serio, medio en charla cada que tiene cerca una bella muchacha.

Cuando pasaba más tiempo en la bicicleta que caminando y se coronaba como el mejor sin importar la competencia, también gozó del cariño de las mujeres, pero de una forma “muy tranquila”.

“Con las mujeres tuve muchas oportunidades, pero no me enloquecí. Tuve muchas amigas para tomarme algo o salir a bailar, pero lo hacía con mucho tacto. La supe llevar bien, me cuidaba mucho de dejar hijos por ahí y hasta ahora no me ha llegado la primer demanda”, relata entre risas.

Hoy lleva 46 años de casado con María Cristina, con quien tuvo sus tres hijos: Marcela, Daniel y Sebastián. Ella lo ha acompañado en las verdes y las maduras y es uno de los motivos por los que el doble campeón mundial no recibe a los periodistas en su casa.

“Cuando me visitaban allá empezaban a coger los trofeos y después el problema era para mí porque ella me echaba cantaleta. Además, cuando ella leyó lo que escribió Gonzalo Arango en ‘El sagrado corazón de Jesús más feo del mundo’, no le gustó mucho, por eso cuando me llaman para una entrevista les digo que nos veamos acá, en mi segunda casa: el velódromo”, puntualiza.

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Martín Emilio Cochise Rodríguez Gutiérrez fue campeón sudamericano, panamericano, bolivariano y ganó el trofeo Barachi en 1973. Fue elegido como el deportista del año en cuatro ocasiones: 1967, 1968, 1970 y 1971.

 

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Después de la euforia de los triunfos, la alegría de las actuaciones, llega el punto en el que los deportistas no entregan lo mismo en las competencias, no por falta de voluntad, sino que el cuerpo ya no responde como ellos quisieran. El actor sabe cuando ya no puede interpretar el papel del galán de la novela y tiene dos opciones, aspirar a otro tipo de papeles o retirarse. Siendo Cochise, se optó por lo segundo.

– Uno tiene que entender que cuando no está figurando, tiene que mochar.
¿Fue difícil?
Uno no se puede engañar, ni engañar a los patrocinadores. Me retiré, pero seguí montando y compitiendo, pero ya no a nivel profesional.

Le enseño un libro que reúne los perfiles hechos a los deportistas del año premiados por Acord Colombia, gremio que integra a los periodistas deportivos del país. El capítulo dedicado a él inicia de esta forma: “El más grande todos. Fue el mejor ciclista colombiano de todos los tiempos, tanto en la ruta como en la pista (…)”.

Observas las fotos, chequea la lista de títulos y lee los primeros párrafos. No muestra asombro y no hay un atisbo de nostalgia.

“A mí me da mucha alegría ver estas cosas, al igual que ir por la calle y que alguien me reconozca. Cochise se siente querido por la gente y eso es bonito”, dice.

Le pido que firme el artículo, me pregunta mi nombre y escribe: “Para Duver Alexander Pérez con aprecio de su amigo el deportista del siglo XX Martín Emilio Cochise Rodríguez”.

En el libro quedó la firma, ahí apago la grabadora y empezamos a salir del velódromo. Conversamos de ‘Superman’ López, de la actualidad de Nairo Quintana en el Movistar Team, la fuerza que ha ido tomando el ciclismo de ruta femenino en nuestro país y otros temas. Cuando pasamos el pórtico del escenario deportivo vuelve hablar de su nombre y que no se ve en el letrero. Antes de despedirnos le pregunto ¿valió la pena haber sido Cochise? Se queda callado unos segundos, quizá evocando todos los recuerdos: ¡Sí!, sentencia.