Es casi imposible imaginar que en el año 1903, una mujer fuera la protagonista en la historia del mundo, al recibir el primer premio Nobel en la categoría de física y, que a los siguientes ocho años, recibiera otro galardón en la categoría de Química. Sí, fue Marie Curie, una mujer que, sin duda, le apostó a la educación en una época donde las mujeres solo se dedicaban a las labores domésticas y a la vida en pareja.

Curie, desde pequeña, estuvo rodeada de conocimiento. Su padre fue un reconocido profesor de matemáticas y física y sus días transcurrieron estudiando junto a él, quien fue su modelo a seguir. Marie aprendió a dominar no solo las matemáticas, sino también el canto y la escritura. Su adolescencia fue particular, su familia fue despojada de sus propiedades ya que debían asumir compromisos patrióticos durante las sublevaciones nacionalistas polacas destinadas a restablecer la independencia del país.

«Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo».

Esta situación llevó a Curie a repensar su vida y sus sueños, los cuales la llevaron a comenzar la universidad de manera clandestina. Pero fue hasta 1891, a sus cortos 24 años, cuando tomó el riesgo de abandonar Polonia y residenciarse en París, en donde culminó sus estudios de química y matemáticas, con honores.

Ser una estudiante brillante fue la cualidad más llamativa de Marie. Sostuvo su carrera universitaria estudiando de día y trabajando de noche. El hambre también hizo parte de sus días en “la Ciudad del Amor”. La desconcentración y los desmayos eran el pan de cada día, aunque su motor era el cariño que sentía hacia su carrera, lo cual le ayudó a alcanzar lo que pocas mujeres en su época hubieran podido obtener: una beca por excelencia académica, gracias a sus estudios sobre las propiedades magnéticas de diversos aceros, tema que le ayudó a conseguir su primer premio Nobel.

«Marie y Pierre se convirtieron en un sin cesar de sucesos que los volvió seres íntimos, unidos por la paz que les brinda la ciencia»

En el verano de 1894, Marie conoció Pierre Curie y, aunque no fue su primer amor, llegó a su vida complementando sus pasiones, ya que los dos se dedicaban a generar conocimiento científico en el lugar considerado su segundo hogar, el laboratorio. Con el paso del tiempo, el amor entre Marie y Pierre se convirtió en un sin cesar de sucesos que los volvió seres íntimos, unidos por la paz que les brindaba la ciencia.

La familia fue el motor de vida para Marie Curie, fue por eso que quiso regresar a Polonia a vivir con sus padres y dedicarse a la vida académica, pero el destino le jugó una mala pasada. Curie intentó ser profesora de la facultad de ciencias de la Universidad de Cracovia, pero su objetivo se vio truncado cuando los directivos del claustro negaron su participación con la excusa de que las mujeres no hacían ciencia. La desigualdad intentaba truncar sus sueños, pero las barreras no eran tan altas como para dejar de lado cada meta a cumplir. Por eso, se dedicó, con su esposo, a trabajar en sus laboratorios. Estudió un doctorado en la Escuela Superior de Física y de Química Industriales de París, donde su enfoque de estudio fue el magnetismo, lo que le dio su primer premio Nobel.

Conseguir el Nobel de física no fue tarea fácil. Curie tuvo que cargar el peso de la discriminación, el machismo y la élite social conservadora de la época para poder recibir el galardón a su trabajo de años. El Nobel representaba, hasta esa época, un reconocimiento solo para hombres que se destacaban por su trabajo en las distintas áreas del conocimiento. Ese premio iba a serle arrebatado una vez más por solo ser mujer y dedicarse a la ciencia; pero fue su esposo el que presionó a la organización para que ese galardón le fuera entregado a ella, en un acto de amor puro que trajo consigo la conformación de una familia y la entrega de otro premio Nobel, ahora, por destacarse en el área de la química.

La historia se ha encargado de revelar que el empoderamiento de la mujer es un arma inspiradora y de igualdad. Logros importantes como la lucha por los derechos humanos, la educación, el respeto, la igualdad de género, entre otros, lo demuestran. Una mujer empoderada es aquella que ha realizado un proceso de conocimiento personal, el cual le permite despojarse de todos aquellos conflictos internos y externos; se ha encontrado con su verdadera esencia y ha vivido su feminidad sin estereotiparla, reconociendo su don de gente dentro de la sociedad. Como Marie Curie, hay, hoy en día, 3.650 millones de mujeres empoderadas en el mundo.

«Una mujer empoderada es aquella que ha realizado un proceso de conocimiento personal, el cual le permite despojarse de todos aquellos conflictos internos y externos; se ha encontrado con su verdadera esencia y ha vivido su feminidad sin estereotiparla, reconociendo su don de gente dentro de la sociedad»

Escrito por: Luis Vásquez